Muchas veces entramos en confrontación entre lo que queremos escribir y lo que de mejor forma escribimos. Podemos pensar grandes historias, con personajes fascinantes que en nuestra mente, en nuestra imaginación, son capaces de calentar nuestra sangre arrojándonos violentos sobre el papel en blanco, logrando así comenzar proyectos que en la incapacidad de plasmarlos con enunciados, nos van a generar frustración, absurda paciencia que matará a esas grandes ideas con una dosis de olvido. En cambio, el escribir únicamente en maneras que sabemos nos funcionan, en las cuales nos podemos considerar precisos, limita brutalmente los textos en historias que no podemos contar, o que simplemente no están para ser contadas de esa manera, eliminando nosotros mismos algunas posibilidades. Hay que definir, con inteligencia, los objetivos y alcances de lo que vamos a escribir. Escribimos buscando un estilo, mismo que nos lleva a perfeccionarnos dentro de formas particulares de redactar. Ahora pienso que debemos adaptar las historias a ese estilo, que quizá se puedan arriesgar fragmentos en beneficio de la presentación total. También pienso que lo mejor es asimiliar ese estilo que tenemos a la historia, de la mejor manera en que ésta se pueda contar. Creo que lo mejor es escribir.
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