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Energía del Tiempo

El tiempo como ubicuidad infinita necesitó ser catalogado. Fue convertido en un convencionalismo que nos ayudara a entender el movimiento. El tiempo creó las rutinas, hábitos que, como diría Beckett, son el mayor insensibilizador. Medidas ficticias que pretenden abarcar a la naturaleza. Nos movemos a través del espacio, lo ocupamos siempre mas no sólo con la parte física, también con cada posibilidad, logrando estar en todos lados, como ya se dijo, siempre. El espacio es nuestra conciencia de eternidad.

En verdad que cada persona o situación, nuestra circunstancia diseñada con una forma particular, nos muestra algo de nosotros mismos, ya sea como individuos o como grupo. Percibimos el cambio, la transformación y regreso de los elementos. Es por ello que logramos descubrir esa nueva dimensión y nos quisimos adueñar de ella, una simple referencia humana.

El tiempo nos fue mostrado por la naturaleza y a ella le pertenece, a su movimiento único y preciso, a sus soles y a sus lunas, a sus trece lunas. Maya es el mundo de la ilusión, es el gran astrólogo, es la estrella más brillante. Maya es la relación del universo con cada uno de nosotros y nuestra energía, nuestra vibración, nuestra forma de entender la realidad y por lo tanto de crearla.

El próximo 26 de julio es el día fuera del tiempo, comienza el año de las 13 lunas. Voluntariamente nos hemos capturado en calendarios y relojes, prefiero pensar en que la duración de los fenómenos nos rige y no algún capricho del ego. El calendario Maya es un ritmo, es la energía del tiempo.

Más información en www.energiadeltiempo.com

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La vida que queremos tener es un gran proyecto, una gran aspiración que una vez realizada nos hará respirar y exhalar vida con cada poro, la satisfacción y alegría serán sensaciones constantes que deberemos entender en su naturaleza de cambio para hacerlas eternas. Ese proyecto se alcanza pero se sigue moviendo, de acuerdo a nuestro propio desarrollo, a ese camino individual que hacemos para recuperarnos a nosotros mismos y que no termina siquiera con la muerte. Esa aspiración máxima radica en una esencia puesta en práctica, es acción y fundamento. Pero así como llegar a ella significa moverse, ya desde ahora hemos comenzado esa búsqueda, a partir del instante en que somos concientes de su existencia. De esa forma es posible que cada día, en la multiplicidad de detalles que conforman nuestra realidad, nos demos cuenta que muchos de ellos ya son parte del gran proyecto. Escuchar esa canción, abrazar a esa persona, patear ese balón, escribir estas líneas y respirar esa sensación son parte de esa vida. El identificar esos momentos y disfrutarlos nos llevará no a tener, sino a vivir, desde hoy, esa vida que queremos, que ya hemos alcanzado y que solamente debemos ajustar, constantemente. Hemos estado viviendo la vida que queremos tener en sus partes más fundamentales, para todas aquellas que buscamos corregir lo único que falta es valor para cambiar, para dejar atrás. Todos, mientras seamos honestos con nosotros mismos, podemos disfrutar cada día de momentos en que somos la vida misma.

Quizá (2)

Tan sólo un estornudo, tan sólo eso para que, llegado en el momento justo un sin fin de pensamientos caigan en su lugar. Podemos esperar señales del mundo con tanta ansia que las buscamos en todos lados –las encontramos aun en más–, y vamos creando relaciones y caminos que simplemente encuentran, o queremos que así lo hagan, un respaldo divino.

Pero fue un simple estornudo el que se manifestó en el momento más inoportuno (u oportuno) para demostrarme que somos nosotros, cada uno, quienes estamos en control de nuestra situación, que no todo en este mundo es una señal y que de ser así podríamos caer fácilmente en la paranoia o en la resignación de que algo o alguien influye en nuestra vida cuando así lo desea, entenderlo como una ayuda que sabe –incluso con un estornudo en el instante preciso–, cómo vamos a reaccionar para desarrollar esa idea, para tener esa lucidez que tanto buscamos. Ese estornudo me mostró que no todo nos indica algo divino en nuestro camino, o quizá fue esa indicación, esa señal que se contradice. O quizá sólo fue un estornudo.

Quizá

Muchas veces, todos, hemos pedido cinco minutos más. Cinco minutos que por lo general no son suficientes. Hemos tenido días que al parecer no terminarían nunca, rogado por horas extras y cobrado por el extra aparente que representan. Días que desaparecen de nuestra memoria. Años que tan sólo se presentan como detalles en nebulosa. Encuentros que no trascurren a un mismo ritmo y fugaces chispazos que alteran una vida. Todo esto me hace pensar que el tiempo, tan alejado de la consideración que tenemos, está más cerca de la percepción que de los sentidos.

Revertir

Conflicto de personalidades, las diferentes formas de ver lo mismo, de presentarse, de ser una consecuencia. De inmediato descubres cuando alguien está creado en relación a su entorno, cuando es una construcción artificial. El elemento gris. El que se adapta a lo que una estructura manda. El otro lado está en ser causa, en que tus características y personalidad aporten.

En busca de Oz

¿Qué es en verdad el reconocimiento y por qué lo buscamos constantemente? De inicio se me ocurre que es una forma de enfrentar nuestras dudas y temores, de convencernos por nuestras acciones como si el hecho de haberlas decidido no fuera suficiente. Sabemos lo bien que se siente esa palmada en el hombro pero no sabemos por qué. Reconocer, por definición, está ligado a enterarse de una identidad, distinguir, que equivale a crear diferencias, lo que en un orden lógico me lleva a pensar que buscamos reconocimiento por no sentirnos iguales al otro, por ser superiores. De semejante manera, es tener de vuelta el conocimiento, involucra cuando menos una segunda vez que pedimos como confirmación o simplemente para saber que también está en otro, no bastándonos como islas buscamos el eslabón que nos incorpore. Nos reflejamos continuamente en el otro, nos reconocemos en él, en sus acciones y en sus palabras.

El reconocimiento se entrega con gratitud, sólo de esa manera es válido. Se recibe con humildad, sólo de esa manera puede entenderse. Desafortunadamente hemos perdido el camino y ahora practicamente exigimos el reconocimiento, el cual llega sin sentido de gratitud, sin humildad, sin cadena de conocimiento. Lo buscamos tanto como a nosotros mismos, en su estado más puro nos fortalece, cuando no es una medalla, sino satisfacción. En este sentido, el otro puede generar envidia o injusticia, nos aparta de los sentimientos que buscamos para crecer, y cuando alguien más recibe lo que pensamos merecer, debemos pensar en esas diferencias que nos distinguen, pues todos pedimos manifestaciones particulares, pero en esa lucha por el reconocimiento por parte de otro, deseamos el reconocimiento del otro.

De eso trata El Mago de Oz, del león que busca la medalla o el espantapájaros el diploma. Pero así como unos necesitan pruebas materiales, otros quieren la satisfacción. Ese otro pudo haber recibido aquello que te pertenece, que es propiedad común, quizá la medalla, tú, yo, nos quedamos con el más grande regalo, la satisfacción de vernos en gratitud, de saber que ese reconocimiento nos llega con una sonrisa, un cosquilleo personal que no nos pueden quitar, que nos mostró el camino a nosotros mismos.

Preguntas absurdas

Constantemente nos hacemos una gran serie de preguntas absurdas, preguntas como ¿qué quiero hacer?, ¿cómo me deseo sentir?, ¿cómo me gustaría vivir? Imaginamos la ligereza, la planeamos y pensamos en lugar de vivir ligeros; escribimos sobre futuras obras sin hacer razón de que ya estamos creando; enlistamos pendientes en lugar de hacerlos. Quizá lo que buscamos en esta vida son objetivos y metas que cumplir; lo único que cuenta son los fines que reflejan nuestra intención y anhelo, los fundamentos de nuestra esencia. También puede ser que ésta sea la forma de entender la realidad que nos han enseñado e impuesto en busca de justificaciones sociales y personales. Las intenciones no son más que palabra muerta hasta el instante del movimiento. Cualquier objetivo sin realizar es una frustración, un pendiente, un renglón en una lista de infelicidad, de ausencia y lamento personal, de martirio que sostenga nuestra holgazanería.

Una nueva categoría

Una nueva categoría. No por dejar de escribir acerca de los temas que se incluyen en tu catálogo dejas de escribir, no por dejar de sentir aquello que te estremece dejas de vivir. La ausencia, el silencio, no significan que dejes de estar ahí. Durante algún tiempo abandoné el relato y el ensayo tradicional y la reflexión en temas de escritura y la poesía y la crónica y tantas otras cosas que ya he escrito antes; vacío me arropé en tristeza por pensar que no tenía más que decir, más que escribir, pero cuadernos y notas y post-its me demuestran lo profundo de mi error. No he dejado de crear, de creer, nunca, pero no lo he podido o querido catalogar, no lo he buscado encasillar en otras tantas etiquetas que yo he creado para limitar mi trabajo, no para ordenarlo, para limitarlo. Es momento de crear una nueva categoría, enmarcada bajo su novedad, una novedad paradójica pues está dispuesta a recibir muchas cosas del pasado, muchas páginas anteriores que reclaman su antigüedad y actualidad con un nombre, que buscan unir tiempos para demostrarse a sí mismas, que siempre serán nuevas pues no dejarán de pertenecer a su instante, al constante que las rige.