Una persona quiere escribir y se sienta a esperar un tema; es muy probable que fracase en encontrarlo. Otra persona tiene el tema, la idea llega con lucidez brutal; seguramente no tiene papel ni pluma con que desarrollarse. Esta persona no puede más que intentar traer consigo, siempre, lo necesario para escribir. Quizá de esa manera pueda rescatarse a partir del momento no propicio. El primero, quien contaba con las herramientas y se abandonó por la aparente falta de sustancia, encontró una salida demasiado vulgar.
Pensaba sobre las oportunidades, recordaba una cita que hablaba sobre los días en cuanto a que no existe uno, ya sea de hospital o cárcel, que no esconda al trasluz una variedad de sorpresas. -Apenas comenzaba el día, con sus problemas, pero era un día nuevo y algo escondía-. Aquel que se cansa de vivir guarda semejanzas con ese otro que no tiene nada que escribir. La decisión de crear vida ya sea con actos o palabras debe ser permanente, como el cambio, como nosotros mismos en una libreta.
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