Sea un gran entorno o una delicada situación, cada lugar y momento guía nuestros pensamientos con suaves matices. Sin saberlo, sin ser totalmente concientes de ello, nuestro trabajo mental está eternamente influido por el contexto.
Contar lo sucedido incluye referirse al comúnmente llamado lugar de los hechos, pero en ocasiones éste se encuentra en cada cabeza; nosotros como universos isla que sujetamos con voluntad cada uno de esos escenarios (matriz de estas y otras palabras, de historias y consecuencias; pequeño pueblo habitado por olores, esencia del pasado instalada en recuerdos; espacios comunes que cambian momentáneamente su personalidad y abrazan; tú, que te hiciste contexto; ese pequeño viaje de placer; hospitales, salas de espera, reencuentro, nuestra despedida en común: a ti, María Elena).
La realidad propia de algo, en cuanto apariencia, se contradice a sí misma, se valora a sí misma. Pensar que la influencia de nuestro contexto existe incluso cuando se desacredita, cuando se piensa que no pensamos, escribir que no se tiene nada que escribir, afirmar que no entendemos, sonreir con lo adverso y aparentar ser alguien; todas absurdas negaciones de la lucidez contextual.
Lucidez como estado de conciencia, conciencia de cada situación, cambio, abandono temporal, despedida como instante, aparente adiós; continuamente hacemos cosas que jamás volveremos a hacer pero nunca pensamos será la última –la definitiva- ocasión. Cada momento tiene su tiempo y su escenario. Cada instante está dotado de valor, incluso aquel que nos da la rutina y es tan poderoso en las situaciones que hubiéramos querido solemnes.
Varios lugares y muchas más situaciones valdrían para ser contadas por separado, su ausencia no es por olvido, cada recuerdo y cada idea está siendo influenciada por la situación específica; la constante formulación de teorías se mimetiza con percepción de los entornos físicos y humanos que por decisión nos envuelven.
No es posible afirmar que ésta sea la mejor manera de ver y entender las cosas, sin embargo, el ser conciente de la realidad, por más aparente que pueda resultar, con todos sus escenarios y personajes, límites, olvidos, hormigas y contextos hace que todo se vea tan bien, realmente tan bien.
1 comentario:
Burguiburguesa,
que cosa más sensitiva tan racionalmente expuesta.
La atrapaste.
Está muy buena la reflexión.
Gusto leerte.
Un abrazo.
Publicar un comentario