Una palabra inmortalizada por una frase trillada. Por más que materialmente nos sea imposible alcanzar un pasado donde el hubiera aún tuviera realización, éste adquiere vida impulsado por nuestras preocupaciones y deseos de cambiar el presente. Las consecuencias del hubiera no tienen reflejo en nuestra realidad física, sino que se desarrollan, con vida propia, en la mente.
Negar sus repentinas apariciones resulta un tanto absurdo, es seguro que regresará cada vez más fuerte, alimentado por su repetición y por el pasado personal que crece a expensas de un futuro cada vez más cercano al fin de las posibilidades.
Una de las características más humanas es la aspiración, confundida en ocasiones con inconformidad e impulso a querer arreglarnos desde el pasado con una frase imposible. Pero si lo pensamos detenidamente y reflexionamos un poco acerca de la virtud de aspirar, encontraríamos que en caso de existir un hubieramometro -profunda y esencial razón para crear una máquina del tiempo-, capaz de darnos la oportunidad de hacer las cosas por segunda vez a un mismo tiempo, nuevas aspiraciones surgirían y otros errores saldrían de su sombra y así sucesivamente hasta que nuestro invento resultara inútil y fuera necesario inventar otro que nos privara de pasado, es decir, de recuerdo.
Es realidad que el hubiera existe, que molesta y que no se puede arreglar. En lugar de lamentarnos continuamente por las dudas del pasado -pues es imposible saber los resultados de un cambio inexistente-, debemos pensar en el aprendizaje del tiempo, en ser impecables y no dejar lugar al arrepentimiento, conscientes de que el hubiera nos va a acompañar hasta el último de los días, convivir con él y recordar que el hubiera: existe.
Negar sus repentinas apariciones resulta un tanto absurdo, es seguro que regresará cada vez más fuerte, alimentado por su repetición y por el pasado personal que crece a expensas de un futuro cada vez más cercano al fin de las posibilidades.
Una de las características más humanas es la aspiración, confundida en ocasiones con inconformidad e impulso a querer arreglarnos desde el pasado con una frase imposible. Pero si lo pensamos detenidamente y reflexionamos un poco acerca de la virtud de aspirar, encontraríamos que en caso de existir un hubieramometro -profunda y esencial razón para crear una máquina del tiempo-, capaz de darnos la oportunidad de hacer las cosas por segunda vez a un mismo tiempo, nuevas aspiraciones surgirían y otros errores saldrían de su sombra y así sucesivamente hasta que nuestro invento resultara inútil y fuera necesario inventar otro que nos privara de pasado, es decir, de recuerdo.
Es realidad que el hubiera existe, que molesta y que no se puede arreglar. En lugar de lamentarnos continuamente por las dudas del pasado -pues es imposible saber los resultados de un cambio inexistente-, debemos pensar en el aprendizaje del tiempo, en ser impecables y no dejar lugar al arrepentimiento, conscientes de que el hubiera nos va a acompañar hasta el último de los días, convivir con él y recordar que el hubiera: existe.
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