Pregúntale a Wenceslao

Desde el comienzo todo estaba oscuro, sin imagen ni brillo, un negro denso que no me dejaba ver siquiera mis propias manos. Una sombra inmensa y perfecta.

Estaba totalmente confundido, después de un rato dejé de diferenciar entre lo que conocía por cierto y su simulacro. Mi experiencia se vio superada y llegó un momento en el que dejé de entender. Pensé el recorrido del tiempo y todo lo que llamamos pasado y futuro como una vil mentira, como parte de un gran instante que comprende todo momento y lugar. Una gran esfera de ubicuidad atemporal. Cuando perdí el espacio perdí también el tiempo.

Al moverme no era torpe, daba pasos de rutina, no los sentía extraños a pesar de que el lugar se oscurecía más y más si es que era posible. No sabía dónde estaba ni cuánto tiempo llevaba ahí ni cómo salir.

Después de un rato comencé a escuchar algo, eran voces irreconocibles, cada vez más en número, en volumen y en claridad hasta que pude detectar cada una por separado. Voces en cualquier tono que no hacían más que preguntar. Podían variar en nerviosismo, ansiedad, escepticismo, ingenuidad o cualquier otro estado de ánimo y conciencia que te puedas imaginar, pero sólo preguntaban ¿qué pasa?, ¿qué hacemos?, ¿dónde estamos?, ¿y ahora qué? Dudas que me dejaron, tan claro como a ellos, que ninguno tenía ni idea de lo que estaba pasando.

Me descubrí siendo otra voz y de pronto me pareció estar en un salón lleno de gente que pedía una explicación sobre algo. Claro que yo no podía saber eso con exactitud, ya que el negro era tan real como el sonido y mi falta de comprensión también me cegaba.

El ruido creció hasta convertirse en un amasado de palabras irreconocibles. Se escuchaba un “qué” por ahí, otro “y” por allá, y otras palabras que por sí mismas no tenían ningún sentido, al menos otro del que conocemos. Pero al final, cuando todos hablábamos al mismo tiempo y ya no entendía absolutamente nada, escuché una nueva voz que calló el lugar. Parecía estar dirigida solamente a mí, pero creo que todos la sentían personalizada.

Repetir literalmente lo que escuché es muy complicado. No sé por qué pero con estas palabras me sentí profundamente tranquilo, como en casa. Lo que sí sé, es que esa extraña voz dijo algo más o menos así: No lo pienses tanto y pregúntale a Wenceslao.

No hay comentarios: